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domingo, 18 de octubre de 2009

Los límites de la libertad

Hace tan sólo unos días la prensa estaba de enhorabuena después de que un tribunal reconociera el derecho de dos compañeros periodistas a transmitir información veraz. Una gran noticia, sin duda. Santiago Pérez se llenaba la boca en el Parlamento canario aprovechando la coyuntura para atacar a José Manuel Soria. Muy solidario todo, ¿cómo no? Muy sensible desde su socialismo con la labor del periodista. ¿Pero es el PSOE igual de solidario cuando se trata de regular una profesión que pide a gritos un Estatuto que establezca sus límites y garantice sus derechos?

La Constitución y las leyes están para respetarlas. Para que nos las respeten a nosotros y nos dejen hacer nuestro trabajo, pero también para que las respetemos nosotros cuando se trata de otros los que se encuentran en peligro de sufrir que nos sobrelimitemos en nuestra labor.

El artículo 20.1.d de la Constitución Española reconoce el derecho de los ciudadanos "a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades". Y continúa en el 20.4 advirtiendo que "estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia".

Visto así, ¿está justificado que los periodistas nos saltemos a la torera el derecho a la intimidad de otros de forma continua y sin justificación alguna? ¿Está justificado cuando el fin es únicamente el morbo y el sensacionalismo?

Son varias las sentencias del Tribunal Constitucional que reconocen la potestad de los medios de información a saltarse el derecho al honor y la intimidad en casos justificados. Y en estos casos justificados aparece siempre una palabra muy importante: relevancia. Esto es, se justifica que un periodista invada el derecho a la intimidad y al honor cuando lo que cuenta es relevante para la sociedad, es importante que se sepa para ejercer el control público de las administraciones.

Pero, señores, ¿es realmente relevante que todo el mundo vea llorar a los familiares y amigos de Cristo Ancor Cabello? ¿Es necesario ver eso para que la gente entienda que un militar español ha muerto? Yo, como profesional, creo que no sólo no es necesario, ni está justificado, sino que considero además que debería estar tan penado como se criminaliza a aquellos que pretenden cohartarnos en nuestra libertad de prensa.

Hace tan sólo unos minutos hemos recibido en la redacción de Canariasaldia.com una comunicación por parte de Delegación del Gobierno advirtiendo de que el Ministerio de Defensa, por "petición expresa de la familia", ha "anulado" la convocatoria que unas horas antes se había enviado a los medios para asistir a la recepción del féretro de Cabello en la Base Aérea de Gando.


"No es lógico que se exprima el dolor y la tragedia sin límites, porque eso no es información, es convertir el dolor en espectáculo con el único objetivo de hacer caja"


Lo entendí a la perfección. Era imposible no entenderlo después de ver cómo en el día de ayer varios medios se apostaban delante de la casa del joven fallecido y cómo varios compañeros se dedicaban a meter la tan nombrada alcachofa delante de los familiares que llegaban llorando a la vivienda, sin gana alguna de que nadie les grabara ni registrara su dolor.

Cuando esas imágenes llegaron ayer a esta redacción creo que fue unánime el silencio y la decepción. Igual de unánime que fue la decisión de no publicarlo. Igual de unánime que ha sido la sensación de rechazo que nos produce ver cómo algunos medios están explotando un tema que, al fin y al cabo, no es más que el dolor de una familia por una pérdida.

Es lógico que los medios de comunicación nos hagamos eco de que un soldado español ha muerto. Es lógico que recojamos las declaraciones de sus familiares si estos voluntariamente quieren hacerlas. Como es normal y relevante que se publique todo lo relacionado a las condiciones de su fallecimiento, ya que se trataba de un miembro del Ejército español.

Lo que no es lógico es que el tema se cebe de la manera que se está haciendo, que se exprima el dolor y la tragedia sin límites, que se utilicen frases dramáticas y lacrimógenas para atraer la atención del lector, que se saquen vídeos y grandes fotografías de personas que están sufriendo por la muerte de un hijo, tanto como sufriría cualquiera en una situación así. No es lógico porque eso no es información, eso es morbo, es farándula, es convertir el dolor en un espectáculo con el único objetivo de hacer caja.

Se trata de una práctica tan habitual que parece haberse olvidado que es contraria a toda ética y deontología periodística. Contraria, por tanto, al derecho de los ciudadanos, y que tan sólo un órgano de control, como el que se define en el Estatuto del Periodista, podría evitar. Un órgano de control y un Estatuto que ya tienen la mayoría de los países europeos y que el propio Zapatero se comprometió en 2003 a aprobar bajo su mandato. Dos años después lo dejaba paralizado en el Congreso y allí se ha quedado, dejando en manos del autocontrol la intimidad y el dolor de la gente. Me gustaría saber dónde está hoy Santiago Pérez, me gustaría verle defendiendo a los que algunos medios se encuentran hoy acosando, pero sobre todo, me gustaría verle preguntarle a su compañero el presidende que dónde quedaron sus promesas.


Publicado en Canariasaldia.com el 8 de octubre de 2009.