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miércoles, 5 de septiembre de 2007

Cosas de los pueblos

Yo no tengo televisor en casa, ¿para qué si normalmente no llego a tiempo ni de ver la carta de ajuste? De ahí el nombre de este blog, claro que hoy por hoy ya no hay carta de ajuste. La han sustituido por los concursos telefónicos estos que parece que están hechos por tontos, pero que en realidad son para estafar a los tontos que se lo creen. Total, que normalmente no veo la televisión. Pero, estos días que estoy de visita en casa de una tía mía con televisión por cable (¡qué invento el cable, oye!), he sucumbido a la tentación y algo he visto.

El otro día, haciendo zapping, me encontré con un programa nuevo. Bueno, nuevo para mí, que al igual llevan meses echándolo. Era un programa tipo 'España directo' pero más de cotilleo. Total, que salió la María Teresa Campos, que al parecer tiene un programa nuevo en la radio, y estaba comentando que va a salir una noticia "muy importante y que nunca ha pasado antes en este país" en las revistas de los próximos meses.

Allí empezaron a divagar sobre que posiblemente se trataba de la separación de Marichalar y la infanta Elena y yo, que para estas cosas siempre tiro de mi amiga Marisa, que es la que se entera de todo, la llamé para preguntarle si sabía algo. Ella me dijo que no sabía porque llevaba días sin ir a la redacción y no se había enterado, pero que en cuanto supiera me lo contaba. Luego se me olvidó preguntarle, la verdad.

Luego me quedé pensando qué carajo me importará a mí si se separan o no se separan. Si es que al final todos sucumbimos al embrujo de la prensa rosa. Total que, luego, siguieron sacando cosas y le tocó a la princesa Letizia. Contaban que en su pueblo natal le habían puesto un paseo con un monolito desde hace mucho tiempo y que la muchacha no había ido a inaugurarlo y que el pueblo estaba muy enfadado. Que digo yo que la chica no habrá tenido tiempo, tampoco es para ponerse así. Pero, ellos venga a darle vueltas, que si "hay que ver", que "cómo es posible que falte así al respeto a sus paisanos".

Y yo me sentí identificada la verdad. Y es que, cuando uno se va de su pueblo, por lo general lo hace para siempre. Es ley de vida. Una vez, durante una entrevista, Joaquín Sabina me dijo una frase de Freud que se me quedó grabada como una gran verdad: "uno tiene que matar a su padre y a su pueblo". Yo lo hice.

Y cuando lo haces, no es que ya no quieras a tu pueblo, ni que no te acuerdes de él, pero las cosas cambian, el tiempo pasa y cada vez una se siente menos de allí. Yo, cuando vuelvo a mi pueblo de visita (muy de cuando en cuando, la verdad) me siento como si estuviera viendo el escenario de una película de los ochenta. Todo sigue exactamente igual que entonces: las calles, los árboles, hasta las ancianas sentadas en el banco delante de la iglesia, que son las mismas y tienen las mismas arrugas (yo empiezo a pensar que son de cera y forman parte del mobiliario urbano).

Pero, lo agobiante es que la gente te mira. Tú no conoces a nadie, pero todo el mundo te conoce a ti, todo el mundo se acuerda de tu cara por muchos años que hayan pasado. Vas por la calle y, de repente, te para una vieja y te dice "uy, mi niña, ¡cuánto tiempo!" y empieza a preguntarte que si por tu madre, que si por tu padre, por lo que estudiaste, por el trabajo. Y tú venga a mirarla y ni idea, no consigues saber quien es. Pero, ella sí. Sabe perfectamente quien eres, quienes son tus padres, qué estudiaste, dónde, tu profesión, todo. ¡Da hasta miedo!

Y, claro, así ¿a quién le dan ganas de aparecer por allí? Total, que al final nunca vas y, si vas, intentas salir lo menos posible de la casa de tus padres para que no te vean. Porque, si sales, siempre te encuentras con algún listillo que te dice, "claro, como ya has renunciado a tus raíces, con lo que te queremos en el pueblo". Y tú lo miras y piensas: "Pero, tendrá cara, si éste era el que me pegaba chicles en el pelo en el patio del colegio".

Y es que, cuando uno crece y sale y más si tiene una profesión medianamente pública, parece que está en la obligación de abanderar a su pueblo y a su gente y de adorarla por sobre todas las cosas y, si no, es que eres un desagradecido. Eso sí, nadie se acuerda de cuando tenías siete años y te llamaban "pocas pecas", o de cuando a los 15 cuchicheaban sobre los ligues que tenías o dejabas de tener y le iban con el cuento a tu padre de con quien ibas o no. Entonces decían que eras una imbécil o una estirada o una listilla o vete tú a saber y se atrevían a vaticinar que acabarías trabajando en un supermercado o hasta metiéndote a puta.

Pero, claro, ahora no. Ahora te ven que has hecho algo con tu vida, en el caso de Letizia, más que algo, y te ponen una calle y un monolito y, si una no puede pasar por allí a inaugurarlo, o no quiere, o no le da la gana, pues es que eres una desagradecida que reniegas de tu pueblo y de tu gente. Si es que manda narices...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jeje. Pero, la princesa Letizia se debe a su pueblo, que para algo va a ser la reina de España algún día. Y ahora en serio. Algún día querrás volver a tu pueblo, quizá dentro de treinta años, cuando la viejecitas acartonadas no estén allí ya, porque con los años nos volvemos nostálgicos, y si ahora la cabra tira al monte, luego tira a los pastos. Jajajajaja. Saludos.

Anónimo dijo...

Me vas a hacer más famosa que a la Yola Berrocal. Jajajaja.

Anónimo dijo...

Y yo me pregunto... ¿Por qué tiene que ser una abanderada de su pueblo o simplemente estar obligada moralmente con él?... ¿Acaso una elige donde nace?... Si nos dejarán elegir ¿Eligiriamos nacer en donde nacimos y con las gentes que conocimos?... ¿Se puede estar orgullosa de una tierra simplemete por haber nacido en ella?... Sólo se puede estar orgullosa de lo que una hace, no de lo que le ha venido en suerte en la lotería de la vida... A esto último sólo hay que estarle agradecida a la vida... si es que llevamos algún boleto con al menos el reintegro claro está...

Miguel Pérez dijo...

Eres de las canarias? Me gusta el origen de tu libro. Salud!